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Los sistemas alimentarios han experimentado una multitud de shocks en los últimos años que amenazan la seguridad alimentaria y nutricional en todo el mundo. La región de América Latina y el Caribe (ALC), desempeña un papel importante en garantizar la estabilidad del sistema alimentario global, pues esta ha sido duramente golpeada por estas perturbaciones. Esta región ha representado el 30% de las muertes durante la pandemia de COVID-19, a pesar de que solo representa el 8% de la población mundial. De manera similar, los recientes shocks, como el aumento de los precios globales de los productos básicos, los conflictos y la inestabilidad política, junto con los fenómenos climáticos extremos, han provocado un aumento en el hambre, la pobreza y la migración forzada en la región. Al mismo tiempo, ALC proporcionan una gran parte de las exportaciones alimentarias globales, siendo un suministro alimentario crítico para otras regiones vulnerables. El 21 de junio el evento de lanzamiento del Informe Global de Políticas Alimentarias 2023 (GFPR) exploró una posición única de la región en una era de crisis alimentarias.
“En medio de estas crisis, también podemos encontrar oportunidades para generar cambios positivos. Los sistemas alimentarios en América Latina y el Caribe han demostrado una notable resiliencia y este es un momento para pensar en formas de reforzar aún más este sistema” mencionó Valeria Piñeiro, Jefe Interina del Programa de América Latina y el Caribe de IFPRI y Coordinadora Principal de Investigación.
Desafíos en los sistemas alimentarios de América Latina y el Caribe (ALC)
Para hacer frente a los choques actuales y futuros, América Latina y el Caribe (ALC) debe construir una mayor resiliencia en su sistema alimentario, sin embargo, esto aún presenta desafíos significativos, señalaron los panelistas. La economía de la región está estrechamente vinculada a los mercados internacionales de productos básicos y es altamente sensible a los cambios en los precios globales. Además, es una de las regiones con mayor desigualdad económica en el mundo, lo que indica que la vulnerabilidad persiste incluso en países con un buen desempeño económico. Los grupos vulnerables suelen tener una mala alimentación caracterizada por el consumo de alimentos económicos poco saludables, lo que conduce a altas tasas de obesidad, diabetes y otras enfermedades crónicas no transmisibles. Al mismo tiempo, los choques climáticos severos, como la gran tormenta que azotó a Honduras en 2021, amenazan los medios de vida de los agricultores de bajos ingresos. El crimen y el conflicto también representan una seria amenaza y han llevado a muchas personas a buscar seguridad en otros países.
“La migración representa una estrategia importante de adaptación y una búsqueda de mejores oportunidades. La migración también requiere recursos financieros y redes sociales, y a menudo aquellos que se quedan atrás son los más vulnerables” dijo Manuel Hernandez, investigador principal del IFPRI. Él hizo hincapié en la necesidad de g una mayor investigación sobre los impulsores de la migración forzada y las necesidad de programas para integrar a los migrantes en las economías de las comunidades receptoras.
Políticas para aumentar la resiliencia
Superar estos retos exige un cambio fundamental en la respuesta a las crisis alimentarias, dijeron los participantes, en el que los actores se centren más en anticipar y prevenir las crisis en lugar de responder con carácter retroactivo.
“La atención a los problemas de seguridad alimentaria y cambio climático se traduce en acciones conjuntas y […] no en políticas pensadas a largo plazo. Necesitamos hacer un análisis prospectivo de adónde queremos llegar y qué resultados queremos obtener,” afirmó Gloria Abraham Peralta, Consultor del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Los participantes destacaron numerosas soluciones políticas que podrían aumentar la resiliencia de los sistemas alimentarios latinoamericanos. Los sistemas de alerta temprana —como El sistema de alerta temprana sobre la variabilidad excesiva de los precios de los alimentos del IFPRI — proporcionan información sobre la naturaleza y la magnitud de las crisis alimentarias, permitiendo respuestas políticas más eficaces. Los sistemas actuales pueden mejorarse estableciendo vínculos más sólidos entre los indicadores de inseguridad alimentaria crónica y aguda a nivel local y los mercados mundiales de alimentos. Los sistemas de alerta temprana también deberían integrar las vulnerabilidades estructurales de los sistemas alimentarios para comprender cómo afectan las crisis combinadas a los consumidores en diferentes contextos.
“Lo que necesitamos son sistemas de [monitoreo de crisis] que también puedan informar sobre la acción preventiva antes de que se produzcan las crisis alimentarias, tomar medidas para evitar las crisis y también atacar las causas fundamentales,” dijo Rob Vos, Director de la Unidad de Mercados, Comercio e Instituciones del IFPRI.
Durante las crisis, las poblaciones vulnerables necesitan acceder a los programas de protección social, un reto especial en ALC dados sus altos niveles de desigualdad económica. Varios participantes señalaron que las mujeres se han visto afectadas de forma desproporcionada por las recientes crisis. Abordar esta desigualdad exige que los hacedores de política tengan en cuenta las responsabilidades de cuidado que recaen sobre muchas mujeres, además de su papel como agentes económicos, afirmó Cecilia López Montaño, Presidente de CiSoe. En este sentido, una protección social que tenga en cuenta las cuestiones de género puede proporcionar una red de seguridad a las comunidades vulnerables que les permita hacer frente a las crisis sin que sus medios de subsistencia se vean afectados a largo plazo.
Otro tema común en el evento fue la necesidad de marcos políticos integrados que permitan dar respuestas rápidas a las crisis, abordando al mismo tiempo los retos a largo plazo a los que se enfrentan los sistemas alimentarios.
“Hay muchos debates sobre qué hacer, pero muchos menos análisis sobre cómo deben organizarse los países para hacerlo,” mencionó Eugenio Diaz-Bonilla, investigador visitante del IICA en el IFPRI.
Estas preocupaciones fueron secundadas por Julio A. Berdegué Profesor de Investigación del Departamento de Economía Agrícola de la Universidad Católica, Chile. “¿Por qué hay hambre en América Latina y el Caribe a estos niveles? La causa es el sistema alimentario tal como existe, que intrínsecamente no contiene los incentivos ni los mecanismos para asegurar la alimentación suficiente para todas las personas que compartimos este planeta.”
Una mejor respuesta a las crisis requiere cambios en las instituciones y las políticas que faciliten la preparación, la coordinación, la respuesta rápida y la aplicación de soluciones que aumenten la resiliencia. Estos cambios deben producirse en todos los países y dentro de ellos, estableciendo vínculos entre gobiernos, ministerios y sectores económicos, subrayaron los participantes. La iniciativa de Acción Global frente al cambio Climático es un proyecto que trata de crear esa resistencia institucional, diseñando políticas catalizadoras, creando capacidad y mejorando los marcos institucionales que impulsan la mitigación y la adaptación a las perturbaciones climáticas. Numerosos ejemplos de programas eficaces se mostraron en el GFPR 2023 y el programa del IFPRI para América Latina y el Caribe continua desarrollando investigaciones y orientaciones de gran impacto para la región.
Brian McNamara es coordinador de programas en la Unidad de Mercados, Comercio e Instituciones del IFPRI.
Traducción: Johana Castillo.